viernes, 25 de mayo de 2012

La tortuga y la liebre

Érase una vez una tortuga que vivía en un pequeño bosque, rodeada de animales. Ella se sabía vieja y sabia, y lo que tenía en lentitud lo tenía también en astucia. Todos los animales del bosque la respetaban, sobre todo porque les daba buenos consejos y aunque paseaba mucho, al ser tan lenta siempre era fácil encontrarla cuando se la necesitaba.  Su carácter mas bien desinteresado en todas las materias, hacía difícil provocarla, ya que ella seguía transitando su vida sin inmutarse, ni poco ni mucho, por nada. El resto de los animales la envidiaban por su relajada vida y no lograban que nada la alterara.
Un buen día la liebre decidió desafiarla a una carrera de velocidad dando por cierto que ganaría con mucha facilidad y la tortuga no tendría defensa en ese ámbito, mas la tortuga como les dije muy sabia, no aceptaba el duelo y así la liebre seguía mascullando su rabia sin saber como vencerla.
Otros animales le aconsejaban a la liebre diferentes métodos para lograr que la tortuga entrara al duelo, pero uno a uno iba fracasando sin que ella se involucrara.
Se acercaba ya el invierno y todos sabían que perderían la oportunidad de disfrutar de tan magna competencia, hasta que el zorro que se jactaba que a él no le ganaba nadie en astucia, se le ocurrió un plan.
Una mañana cuando el sol empezaba a levantar y la tortuga como todos los días estiraba su arrugada piel al sol intentando tensarla un poco, se acerco el zorro y le dijo:


-Buenos días doña tortuga supongo que usted tan inteligente e informada se habrá enterado de las buenas nuevas del bosque?

La tortuga conociendo las artes del zorro si bien no tenía ni idea de lo que le hablaba, no quería reconocerlo, así es que se paseaba mansamente haciéndose la interesante pero sin dar respuesta, el zorro que sabia muy bien que no podía estar enterada de sus planes prosiguió………
       -Es que cuando yo llegue a rey del bosque, no seré tan permisivo como el león, no soportare que todos los animales vivan a su aire, haciendo que tengamos que defenderlos porque no tengan garras propias o porque no sepan huir de prisa.
La tortuga sorprendida de que quisieran cambiar algo que la naturaleza hizo así, no quiso sin embargo demostrarlo,  le daba la razón en todo mientras se estrujaba el seso pensando como podría ella paliar sus falencias, para que no la devoraran en cuanto se produjera este cisma animal.
Se despidió amigablemente del zorro y este se retiro muy ufano de saber que había dejado plantada la semilla de la duda en la tortuga.
Pasaron los días y todos los animales observaban a la tortuga sin descubrir a simple vista reacción alguna a las palabras del zorro, pero este les decía es lenta, es lenta, ya verán que da resultado.
Un día la tortuga se acerco a la liebre y como si la cosa no tuviera importancia le dijo, no te has dado cuenta de que me estoy poniendo un poco gorda? Mi caparazón me roza y me hace pequeñas heridas muy ardientes, pensé que tú, buena liebre, querrías enseñarme tu arte en el recorrido que haces cada día, para estar tan estilizada y con carnes tan duras, como las tuyas. Y así fue uno a uno visitando a los animales del bosque, pidiéndoles amablemente que le enseñaran sus habilidades, pensando que si bien nunca seria pájaro o rana o liebre, aprendería al menos su idiosincrasia para poder actuar como ellos, aunque sea en la mente, ante el peligro.
La liebre que de tonta no tenia nada le propuso, yo te enseñare mis artes pero solamente si tu me enseñas las tuyas y aceptas un examen final en el que cotejemos mi velocidad, con tu paciencia, la tortuga lo pensó un momento y sabiendo que no tenia nada mas que ofrecer acepto.
Así pasaron los días y lo que empezó como un juego y a partir de una mentira,  movilizo a los animales a intentar aprender o por lo menos comprender las actividades de defensa que ejercían sus compañeros del bosque. 
A todo esto el invierno se acercaba y los animales estaban tan entretenidos con su nuevo juego que no se daban cuenta que: la ardilla no había hecho acopio de frutos secos para el invierno, los grandes mamíferos no habían acumulado grasa para protegerse y se avecinaba un invierno sino trágico por lo menos muy, muy difícil, y todo ello gracias a la tonta apuesta del zorro que aún tan astuto no pensó que al dejar de hacer cada uno lo propio de su especie, para ocuparse de aprender la de otros, quedaban expuestos a las inclemencias de su peor enemigo, el invierno. 
Las primeras nevadas los sorprendieron alborozados y no entendían que había sucedido, como se habían pasado de rápido los días , ni como sobrevivirían este invierno de crisis, la tortuga tranquilamente, hundió sus patas en la tierra y muy cerca de la raíz de un enorme árbol se acurruco a hibernar, el resto de los animales hubieron querido imitarla, mas les fue imposible, ya que ellos no podían hacerlo, y así se dieron cuenta que no podían intercambiarse sus habilidades, que cada uno podía mejorar dentro de su especie, pero no tratando de imitar a sus depredadores o amigos fueran lo uno o lo otro, y cuando cerré el libro, me quede pensando, ni fábulas, ni cuentos, solo cada uno de nosotros , respetando su esencia y mejorando como humanos sus acciones pero sin rebasar los límites de nuestra propia naturaleza, sin apropiarnos de la fortuna del vecino, la habilidad del artesano o la inspiración del artista, practicando colaboración en ves de confrontación y no me digan que no, déjenme soñar que es posible.
 
Alicia

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